CLARIDAD

Para empezar este texto y muchas de las cosas que hago casi siempre lo pienso mucho, cuando por fin llega el momento de echarle cabeza a un asunto con verdadera importancia, ninguna lógica es válida.

Las personas que consideramos importantes y que queremos mucho, en el mejor de los casos lo saben por nuestra actitud, nuestras palabras, las expresiones que compartimos, un lenguaje casi cifrado con un contenido muy significativo. Todo tiene sentido porque tenemos a esas personas.

La infancia, específicamente la mía, no fue de las mejores pero tampoco fue un desastre. No por carencias materiales, que resulto motivo perfecto para propiciar un gran amistad, vivir y compartir alegrías y tristezas. Un amigo, un hermano, simples apelativos y de idéntico valor emocional, aquel que estuvo en un mundo donde los juguetes perdían la cualidad de estáticos y tomábamos el lugar de los personajes.

Es mucho el sentir que llevo por dentro al darme cuenta que toda la relación de hermandad parece haber desaparecido, no fui capaz de notarlo o tal ves si lo note y no hice nada para evitarlo. Me siento un extraño a su lado, puedo percibir su incomodidad de estar con nosotros. Pero me rehuso a perderlo, debo buscar la forma de acercarme a su vida, de volver a ser hermanos. A partir de este momento será mi objetivo primordial, aunque debo ser sincero y confesar que siento un temor inminente de no lograrlo.